Los grupos se van formando, con tiempo, afinidades, sonrisas, sueños, no sólo de intenciones.
Calles obscuras
Román Sánchez Zamora
La fiesta, sin duda que era de lo mejor, llegó la mayor parte de los amigos de secundaria y
primaria, por muchos años no nos veíamos, todo gracias a las redes sociales, risas,
recuerdos, se hizo un grupo por una red social de inmediato y muchos subían fotos de
nuestros días.
Allí comenzaron muchos a sentirse excluidos, incomodos, algo estaba de más y de menos
en las fotos, algo no lograba equilibrar el comienzo de la fiesta, la música ya había bajado
de volumen.
Hubo fotos de los quince años de algunas compañeras y se vio que no todos fueron
invitados, las cenas de graduación de la preparatoria, las familiares donde aparecían los
amigos de ellos, que ese día no fueron, porque luego en la carrera se enemistaron.
Otros subieron fotos de sus bodas, y por supuesto no estaba yo en alguna, me hizo sentir
ajena al grupo en el que estaba, ni Mary mi mejor amiga, que sabia donde trabajaba y no
me invito, allí me dijo -amiga Grecia es que, todo fue tan rápido-, pero si estaba en la foto
Daniel, su novio de la secundaria. Con el cual no dejaban de bailar, ya se habían separado
los dos de sus parejas, allí me entere.
Entonces, me di cuenta que los verdaderos amores, no se olvidan.
La discusión no tardó en llegar, la felicidad traducida a la escuela de los hijos, las casas, los
carros y hasta viajes salieron a relucir, fauces bravas se veían al sonoro grito -siempre
fuiste un mediocre-, los amigos se volvieron enemigos en minutos.
Sali a tomar un poco de aire, subí a mi carro y me retire, al día siguiente, revise la red
social llena de insultos y los que abandonaron el grupo, nadie nos enveneno, solo relució
la frustración del ser.