Calles Obscuras
Román Sánchez Zamora
El día que llegue a la oficina, allí estaba, ordenada, muy correcta en cada una de sus palabras, parece que ella, había nacido allí mismo, en ese lugar.
Conocía a todos y todos le conocían, siempre la secretaria y auxiliar del director general, muchas cosas ellas las movía y muchas junto con el director administrativo, hasta los de la guardia nocturna, de la policía militar.
-El general me seguía platicando, esa noche, al fondo se veían los cohetes por la fiesta del pueblo-.
Siempre le vi con mucho respeto, su uniforme siempre muy bien planchado, siempre correcta en cada instante, casi adivinaba lo que necesitaría, tenia en agenda fechas importantes, de cada uno de los integrantes de esa unidad y sabia que obsequiar en sus cumpleaños.
Muchas veces me agradecía la tropa, por alguna comida que yo había liquidado por algún festejo y que yo ni sabia, todo siempre era ella la que lo hacía.
El día de mi boda, ella fue muy atenta, en cada detalle, en cada momento, hasta el anillo lo revisó y lo devolvió dos veces porque una piedra no esta bien puesta y otra por un grabado mal elaborado.
Creo ella fue un parteaguas en mi carrera, le solicité varias veces en mis cambios que se fuera como parte de mi equipo de trabajo, y así fuimos compañeros más de 16 años.
Se jubiló, un día nos hicimos compadres por la boda de su hijo, también otro militar ejemplar.
Hay personas que marcan nuestras vidas, que te dan paz, que sabes que cuentas con esas personas, que en todo momento buscan protegerte, y alguna vez dio por perdidos dos boletos de avión, con destino a Guadalajara, donde un ministro religioso fue confundido por un capo y por esa acción no estuve en ese momento.