Calles obscuras
Román Sánchez Zamora
En la soledad de su corazón, aun vive, disfruta, revive ese día, la venganza añorada.
Esperaba que le dijera que él había tomado su cartera, José Juan, fue desde la preparatoria su amigo, habían sido muchos años.
-Pero yo lo vi y no es posible que él me dijera que no, lo vi desde la cámara de la computadora, aun así, me lo negó y hasta juró por lo más querido para él, creo me dolió más a mí que a él-
Allí estaba él, en esas fotos, tirado, se había resbalado por el agua nieve de unas escaleras de metal, muy típicas en los barrios centrales de New York, boca abajo, lo voltearon… pude verlo, me dio tristeza y a la vez alegría, porque había traicionado mi confianza y jamás volví a confiar en nadie.
Por esos destinos, y esos anhelos un día tuve que ir a esa ciudad.
-Vamos a donde murió Pepe-.
Me llevaron.
Respire, pensé que lloraría, pero no, salió una carcajada desde muy dentro de mí, ese dolor que tenia se había transformado en una satisfacción, hasta pensé – ¿por qué no te vi aquí tirado? -.
Eduardo me miro a la distancia, sorprendido.
Le conté la historia secreta.
-Si una vez me hizo lo mismo, yo lo perdone, pero si hable con él, ya lo traía de familia, una vez me compro una torta con lo que le había robado a su abuelita, y su tío era igual y su papá estuvo en la cárcel, por lo mismo-.
-Se vino del pueblo, sin nada y mira se fue sin nada-.
-Gente como él merece esto y más-, tiro los restos de taco que traía en la mano se despidió… jamás se volvieron a ver.
Las historias con los amigos, siempre cambian nuestros destinos…