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El escriba, su muerte y el ego

El escriba, su muerte y el ego
  • Publishedmarzo 10, 2025

El escriba no muere, solo se transforma en suspiros hasta olvido, preso de su anhelo y ego.

Calles obscuras

Por Román Sánchez Zamora

Algunos aspiran a ser escribas, otros solo llegan a ser dictadores, otros mas viven muy bien, por vivir en los bolsillos e intereses de esos dictadores, los hay por encargo, por interés o porque nacieron para la sumisión perpetua.

Más allá de Fernández de Lizardi es preguntarse para quién es la obra, para jovenes que buscan aprobar una materia, para estudiosos de la filología, para los analistas desde la hermenéutica o quizá su poética o quizá solo la critica de contar las paginas y pensar que le genialidad se mide por gramage.

El ego mata, hiere, impulsa, sobaja a bestia al genio que su genio lo bajo por las pasiones que debió controlar hace tiempo.

El escriba busca, sin miramientos, sin contemplaciones al poder enmudecer, entristecer, envalentonar, el entristecer, el despertar al científico que existe en el más burdo de los infortunados.

Su ego se encuentra satisfecho y crecido cuando ve sus letras publicadas y en tiempos de lecturas simples, quien se le opone le agradece, mira, discute, trata de convencer, mas a allá de la filología del motivo de sus letras e intensión final, pero ya es ganancia.

Los invitados a su mesa de discusión son selectos, quienes puedan entender, no cualquiera es parte de esas mesas de burdos poderosos e ignorantes que solo blasfemias a la razón salen de sus labios, rescoldo de placeres simples.

La ira entonces del escriba se turba y busca más letras para modificar obras echas, publicadas pero jamás concluidas.

La muerte del escriba, esta cuando es reconocido y se transforma en piedra, en diploma o nombre de un aula, su ego esta satisfecho pero su alma muere todos los días, se ahoga en su vomito, en su amor más grande.

Un escriba cuando muere, es cuando más habla, sueña, enamora, ilusiona y promete.

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