El escriba, sin mascara
Las reflexiones por los ciclos, los nuevos años, las metas, los anhelos… las nuevas lágrimas
Por: Román Sánchez Zamora –
Todo dentro de la familia, nada fuera del grupo, de lo contrario podría interpretarse como una traición, en el poder familiar y la costumbre, en los silencios del alma, en las reflexiones sobre el miedo.
Pensamientos que buscan cuando observas por la ventana, así como ahora, y miras las tormentas, o días soleados, o quizá un momento en la madrugada en donde los grillos rompen el silencio.
Esto va más allá de un general en retiro, de un joven aprendiz, o del pasante, o quizá de un profesor, o un campesino, son esos momentos en donde te sientas a ver el mundo y te preguntas sobre tu destino, sobre tu futuro y lo que buscas.
Los fantasmas del pasado aparecen y evocan un examen de lo que has hecho, de los sueños inconclusos de los que se hablaba en la juventud y la infancia, es aquí hasta cuando un escriba, se detiene a pensar si ha hecho bien las cosas o continua, retoma el camino o deja hasta de hacer sus trazos en papel para ser criticados, disfrutados o hasta eliminados por sus más fieros críticos.
El escriba se detiene a sus diecinueve y se pregunta si dejar la carrera es lo que desea, pero continua; se genera una costumbre y reto al leer un clásico en los días de diciembre, a los treinta, piensa si dejará el camino laboral o seguirá el estudio de las letras, a los treinta y cinco su futuro esta casi pulido, pero se da cuenta que las esculturas humanas nunca se terminan, siempre hay detalles que arreglar, para luego viajar y ver que su obra aún tiene trazos vulgarmente grotescos y vuelve el tallado eterno que invoca a los seguidores de Hiram en el libro de los reyes.
Las calles obscuras, esconden al asesino.