El escriba, impropio
Los amores eternos propios nunca se van, que viven para siempre y morirán conmigo, ya sin mí.
Calles obscuras
por Román Sánchez Zamora –
Con la mirada fría, los brazos abandonados, lejanos los días en que se añoraba un abrazo más, la llamada, en donde los vasos se quedaban solos sobre la mesa, por que salíamos, porque caminábamos, por que íbamos de compras, porque el mundo desaparecía para los dos.
Un día todo terminó, un día nadie volvió, los dos se fueron a fundar otros mundos, los ecos también se marcharon y se convirtieron en otras voces.
Manos diversas los saludaron ojos de diferentes matices e intenciones, los observaron, tan lejanos, tan ajenos, tan abandonados, que no los volvieron a reconocer.
Separados por sus intereses sus mundos sus anhelos y aficiones se preguntaron cuál fue el motivo que los hizo convivir que los motivó a estar juntos o quizá habían perdido el tiempo…
Ella aun suspira y lo recuerda parece verle.
-Hay momentos en que deseo salir y llegar al mismo lugar y vivir al mismo tiempo esas risas que solo eran nuestras, esas miradas que nos hacían suspirar…- él decía y se marchaba.
Ojos altos, intensiones seguras, sonrisas atrevidas, peleas distantes, palabras lejanas, intensiones ajenas, exabruptos en mundos diferentes, todos fueron instantes, nunca nadie fue por mas tiempo y en el tiempo se quedaron.
Hoy lejos de todo, apartado en un mundo que pocos descifran y desean entrar allí, cada uno a la distancia y más cerca del olvido comenzaron a vivir, sin explicaciones, sin intensión de volver solo unas letras llenas de rechazo y agradecimiento de la simpleza de los que viven el duelo de sus vidas, en su vida misma.
Los amigos idos, los amorosos separados, los soñadores vacíos, los anhelantes lejanos y olvidados para siempre.
La distancia y olvido son parte de su ser, los parte en cada instante y cada trozo de ellos mismos se refrescan sus propias lágrimas.
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